UNA PEQUEÑA AVENTURA
CAPÍTULO V
¡El jugo de las aguas!
Y EL Macaco dijo:
_ Hay otra manera de atraer a la suerte _ Todos
se miraron las caras y pelaron los ojos. Era la pregunta esperada pero él
ansioso no la respondió sino que se fue a las primeras sin dejar que le
hicieran la pregunta. _ Cuando tengas una reunión en tu casa, preferiblemente
familiar, deben hacer el juego de las aguas _ continuó Macaco.
_
¡El juego del agua!.¿ Cómo es eso?_ En coro los dos muchachos.
_ Pá
ya vamos ¡bichito! pá ya vamos. Al amanecer de la reunión o la fiesta, quien
hace el papel de anfitrión, busca un lugar adecuado de la casa, como el jardín,
patio o fondo _ Llegó la interrupción necesaria “y si la casa no tiene nada de eso”_ Uno de
los dos.
_ ¡Allí
comienza la otra manera de atraer la suerte! _ Ja ja ja
Rieron
los tres.
_
Como les decía, bichitos: buscar un lugar adecuado de la casa, para luego, el
encargado, preparar el terreno por donde correrá el agua _
“Y
si la casa no tiene eso que tú dices “. Pensó alguien que no estaba en el grupo
de los tres. “Allí continúa la otra manera de atraer la suerte “._ Pero esta es
fácil _ Continuó Macaco _ Siempre el agua fluye aunque se estanque, ya que por
algún lado corre. Ese lugar hay que seguirlo. El agua se estanca y se expande o
se explaya _ Tomó pausa Macaco, lo que
permitió:
_
¡Aja! y qué _
_ Paciencia pajarito, paciencia _ Calmaba Macaco; continuó diciendo: Recuerdo un encuentro muy especial que tuve en abril de este año. Una música como de alabanza, llegaba a mis oídos. Mis manos se juntaron y se levantaron y en ellas no sé por qué llevaba mi corazón. Extendí mis brazos lo más que pude para acercarlos a Dios y ofrecerle mi corazón dolorido, roto, arrugado y viejo; prácticamente muerto. Estuve un gran rato con mis manos juntas, alzadas y vacías, porque Dios lo había tomado. Mantenía mis manos en alto mientras que terminaba la alabanza y al terminar la música, mis brazos ya cansados esperaban de regreso su corazón, pero las sentía vacías y comencé a llorar más y más porque Dios había retenido mi corazón y no sabía cuando me lo regresaría. Mi llanto era mucho más de dolor porque ahora no tenía corazón.
_ Paciencia pajarito, paciencia _ Calmaba Macaco; continuó diciendo: Recuerdo un encuentro muy especial que tuve en abril de este año. Una música como de alabanza, llegaba a mis oídos. Mis manos se juntaron y se levantaron y en ellas no sé por qué llevaba mi corazón. Extendí mis brazos lo más que pude para acercarlos a Dios y ofrecerle mi corazón dolorido, roto, arrugado y viejo; prácticamente muerto. Estuve un gran rato con mis manos juntas, alzadas y vacías, porque Dios lo había tomado. Mantenía mis manos en alto mientras que terminaba la alabanza y al terminar la música, mis brazos ya cansados esperaban de regreso su corazón, pero las sentía vacías y comencé a llorar más y más porque Dios había retenido mi corazón y no sabía cuando me lo regresaría. Mi llanto era mucho más de dolor porque ahora no tenía corazón.
En
ese encuentro, nos entregaron una pequeña masa de arcilla para que hiciéramos
una vasija. Mi vasija, lo que pude lograr hacer, fue más una especie de plato o
bandeja que una vasija o un recipiente para recibir un liquido especial. Al día
siguiente, cuando el Pastor, nos indicó que cerráramos los ojos y alzáramos las
manos abiertas como para recibir algo, nos colocaron un objeto entre ellas. El
objeto al tener contacto con mi piel, pude percibir, sin ver, que era una
pequeña vasija de forma convencional. Cuando nos indicaron que abriéramos los
ojos, pude ver mi vasija y percibí una grieta en ella. Oh Señor, lloré y lloré
nuevamente: por mi mente pasó ligeramente echarle la culpa a mis hermanos por
no haberse fijado que esa vasija estaba fisura da o sea con una grieta, pero
no, recapacité y entendí que era el Señor que me daba mi vasija agrietada con
una fisura casi no visualizada pero al
final comprendí que era mi corazón agrietado y aún en manos del Señor. Puse mi
boca en la fisura y soplé y sentí como
el aíre traspasaba con dificulta la pared de la vasija, porque guardaba la
esperanza de que no fuera así. Comencé a lamer la grieta, como un perro herido
que lame su herida, era mi actitud humana de querer sanar un dolor. Sabía que
si echaba un líquido en mi vasija se saldría por la grieta que se encontraba
como a la altura de la curva de la pequeña ánfora pero no la cruzaba
totalmente de arriba a bajo. Hoy tengo
mi vasija en mi mesa y sé que si le hecho un liquido en su interior no se
saldrá ni una gota de su preciado liquido porque la vasija y mi corazón son un
sólo cuerpo de amor.
¿Cuándo
el Señor me regresó mi corazón?
Les
cuento que en la Biblia que llevé a ese encuentro, mi Biblia con su portada
rotita, tenía un corazón de papel color rosado y liso que unos de los hermanos
nos regaló en una predica, lo usaba como marcador de libro, pues ese día de la
vasija, desapareció mi corazón de mi Biblia.
Terminó
el encuentro y sentía que algo faltaba, era mi corazón extraviado que mi Dios
no me había regresado. Al llegar a casa busqué mi corazón y no lo hallé. Hurgué
mi Biblia y no lo encontré. El lunes hice igual con la esperanza de encontrar
mi marcador de libro, no lo encontré.
Ayer no me preocupe en buscarlo y hasta lo comenté con mi hermano Vicente “la
desaparición de mi corazón liso”. Hoy, después de tres días y sin la mínima
intención de buscar el marcador del libro, y quiero decir antes, que la puntita
del corazón sobresale de las hojas de la Biblia, apareció mi corazón buscando
la Rosa de Sharon ¡Es mi corazón lleno de amor y sanado! Todo me sucedió como
muestra de que Dios ha sanado a mi corazón. Infinitas gracias mi Dios. ¡Solo me
queda cuidarlo del pecado!
¿Cómo
es posible, un hombre, el cual tomando una piedra y lanzada con la fuerza de un
demonio pulverice en el aíre a un
diminuto ser como es un colibrí? Los muchachos vieron al Macaco cuando lanzó
aquella piedra y mató al pájaro detenido en el aíre y en vez de censurar tal
acto de crueldad, lo que alababan era su puntería, su precisión. Todos se
colocaron al lado del cruel nadie se colocó al lado del diminuto pájaro: El
Colibrí. Alguien contó el relato de David y Goliat. David con su arma, una onda
y Goliat con su armadura de guerra, casco, una malla, una espada entre otras
armas. David apoyado temerosamente por su pueblo y Goliat con un pueblo efusivo
y confiado. En el momento del encuentro para la pelea, Goliat miró a David como
a un perro y pensó “Pan comido” mientras lo insultaba, utilizando su arma de
guerra sicológica.
_
Ven acércate_ Le dijo Goliat. Sólo quería agarrarlo para descuartizarlo con sus
propias manos, ya que él era un hombre gigante. David de cuerpo pusilánime y
flaco, de ropa ligera y escasa, de pecho al aíre , al ver a Goliat corrió
hacia la muerte sacando su arma física y cargándola con una piedra escogida
para triunfar pero al mismo tiempo sacó su arma secreta y dijo_ Tú vienes a mí
con insultos y armas descollantes pero yo voy a ti en el nombre de Jehová de
los ejércitos al cual tú has insultado y
menospreciado_ David lanzó la piedra y su arma secreta mientras corría sin
detenerse al encuentro de la muerte. La confianza de Goliat lo mató, no tenía
el casco puesto y la piedra se incrustó
en la frente del gigante y calló de espalda por el impacto terrible del arma
secreta. David sin parar de correr llegó al cuerpo que convulsionaba por el impacto,
tomó la espada de Goliat, la alzó a los cielos, se escucharon dos grupos de
gritos unos de júbilos y otros de terror. Pero David sin perder tiempo se montó
en el pecho del cuerpo caído y de un solo espadazo decapito a Goliat. Alzó la
cabeza y se la enseñó al pueblo al cual pertenecía y estos corrieron
des pavoridos mientras que el pueblo de David los perseguía porque no cumplieron
la palabra que en vida Goliat había pautado. “El pueblo del vencido sería
esclavo del pueblo del vencedor”.
Al
terminar el relato, Macaco tomó nuevamente la palabra.
_ Se
acuerdan aquel último día en que todos juntos nos despedimos. El hombre Lapa y
su compañero se quedaron en Cogollal cuando el autobús pasó por allí y nosotros
tres seguimos regreso a casa. El vehículo nos dejó en una arepera en las afueras del pueblo de
San Casimiro, era entre las 5 y 6 pm;
tengo la costumbre de robarme las horas. ¡Bueno eso no importa ahora!
“Todos
los lectores, se preguntaban; ¿Qué
significa eso de la: costumbre de robarme las horas? “ Y como Macaco intuía eso
les dijo: Vayan a la Hora sustraída y comprenderán lo que dijo.
_Di nos
lo tú_ Solicitó un excluido. No “Contestó” y agregó después de una larga pausa,
como buscando las ideas correctas_ En última instancia se confiesa lo sucedido.
¡Bueno eso es harina de otro costal! En la arepera, al terminar la tarde y
llegar la penumbra de la noche; los tres sentimos hambre pero no teníamos nada
de dinero con que comprar. ¡Bueno esos creían ellos! porque mi caleta estaba
intacta. Lo que pasó fue que no me dieron oportunidad de sacarla ja ja ja
_
Macaco,
como pensando dijo
_
Todos los ríos buscan su cause natural. Para buscar la suerte y atraerla hay
que hacer como los ríos: Seguir tu cause natural_ Los carros llegaban, a la arepera, saciaban
su hambre y sin dar gracias se iban. “Mejor es pedir que robar”
_
Entonces voy a pedir _ Dijo Copete de pájaro y humilde mente se acercaba a los
hombres con caras mansas y le pedía dinero para comprar. Algunos viendo su cara
juvenil y al escuchar sus razones _ Somos estudiantes y estamos conociendo a
Venezuela en esta Semana Santa y se nos acabó el dinero y queremos regresar a
casa en Caracas ¿Podría regalarme algo de dinero para comprar una… “y viendo a sus
compañero” tres arepas?_ Toma cómprate una. Y así Copete de pájaro sació
nuestra hambre. Pedir es mejor que robar, pero si es mejor que robar ¿Por qué
es tan humillante? Recuerdo que cominos una arepa con queso de mano y café con
leche. ÉL la repartió entre los tres. El hambre viene acompañado con frío y
oscuridad, pero gracias a Dios sólo nos quedaba el frío y la oscuridad. Copete
de pájaro gritó: ¡Gracias por quitarnos el hambre!; nadie comprendió pero
alguien sonrió.
Comenzamos
a buscar un sitio para dormir. Bajamos como a un zaguán en donde la luz del sitio de la arepera no
nos afectara. Limpiamos un poco el lugar del monte con nuestras manos aunque yo insistía en dormir en los
alrededores de la arepera pero Che y Copete me convencieron y fui con ellos.
Nos acostamos, tal vez eran las 8 u 9 de la oscuridad, cuando en la
tranquilidad en la espera del asalto del sueño; empecé a mirar sombras como
siluetas humanas que se asomaban en el filo de las colinas de los cerros.
_
¡Mira, mira! _Dije a los otros dos
_
Qué _ Preguntaron
_
Mira a los hombres que nos están observando _
_ Cuales _
_ Por allá, por allá_
_ Cuales _
_ Por allá, por allá_
_
Por dónde_
_Por allá, por el fin del cerro _
_ No joda Gallino, deja la vaina _
_ En serio Che, en serio_ Nos quedamos mirando un pequeño rato y un pájaro grande pasó volando cerca de nosotros.
_Por allá, por el fin del cerro _
_ No joda Gallino, deja la vaina _
_ En serio Che, en serio_ Nos quedamos mirando un pequeño rato y un pájaro grande pasó volando cerca de nosotros.
_ Lo
que soy yo me voy de aquí _ Les dije y me siguieron _ En el mundo hay mucha
gente mala y estoy seguro que nos estaban sitiando para jodernos_
_ No
joda Gallino, tú sí eres culilluo_
_ No Che en serio, en serio _
_ No Che en serio, en serio _
Regresamos
a la arepera y todos resignados nos sentamos en la acera en espera del pasar de
las horas y la llegada del nuevo día.
Tal
vez eran las diez u once de la noche. Nuestras caras resignadas a pasar una
velada entre cabeceos y vigilancia, entre frío y sorpresas, entre llegada de
faros y luces de diferentes matices que nos ponían en alerta de los autos que
las traían. Cuando de repente, unas luces claras, fuertes, redondas nos
acariciaron llegando a nuestras caras regalándonos su calor claro de luz incandescente.
Solo yo soñaba despierto ya que Che y
Copete no se inmutaron con la nueva luz pues la tomaron como de cualquier otro
vehículo, pero yo no. Al ver la luz redonda y nítida me pareció conocida y no
quité mis ojos de esos faros que no me
encandilaban y que sé que me guiarían a
cualquier lugar fuera del que me encontraba. Esa luz me atrapó desde el mismo
momento que entraron en el parador turístico. Los otros dos compañeros buscaban
su señolienza pero yo estaba atrapado y cautivado por aquel vehículo que empezaba
a mostrarse cual era: Un Wollwagen de color verde aceituna. No se porque me
acordé del cuento de la cenicienta y su
carroza de calabaza; pero esta era mi carroza de aceituna. No apartaba mis ojos
de la aceituna, que lentamente pasaba a
pocos pasos de nosotros y se detenía no
lejos de donde estábamos sentados. Sin parangón la aceituna me era conocida y
cuando se bajó el señor al cual miré con vestimentas reales, de realeza, y las
cuales le quedaban muy bien a su porte y talla, a su cuerpo corpulento, alto y
atlético lo reconocí de inmediato. Era el señor padre de Eligio, Edgar. De
inmediato llamé la atención de mis dos compañeros y les dije quienes habían
llegado. Ahora tocaba abordarlos y pedirle la cola. Se bajó uno de sus hijos
varones y lo reconocieron los muchachos: La señora, esposa del caballero, se
quedó en el vehículo con otro niño el
cual cuidaba con sus calurosos y amorosos brazos. Ahora ¿Quién pediría la cola? Era la pregunta
que los tres nos la hacíamos como implorando que fuera una de los otros. Las
dos miradas suplicantes se fijaron en otro. Este sin perder tiempo, se dirigió
al padre de los muchachos que ya estaba en el mostrador de las arepas y empezó
a hablar con él: Che y yo nos miramos constantemente sin perder detalle del
encuentro. Fue un rato corto cuando el señor nos buscó con su mirada e hizo
señas de que nos acercáramos a él. Nos vimos las caras como hechizadas por una
magia hermosa, nos acercamos al encuentro de la conversación. El expendedor de
arepas _ ¿Qué quieren comer?_ Nos preguntó y habló unas palabras cerca del oído
del señor Eligio a las cuales sonrió. Era una actitud de conocidos. Che
respondió de una manera inofensiva y muy respetuosa
_
Gracias, no tenemos hambre pero sí una gran necesidad de cambiar ese
ofrecimiento por una cola para Caracas _
El
expendedor de arepas entregó unas tostadas con ensalada a Edgar, y
éste
se las llevó a su mamá que esperaba en el carro. El señor Eligio se despidió de
los expendedores de arepas y nos dijo ¡Vámonos! Nos miramos las caras alegres y
caminamos detrás de él. Subimos a la carroza, perdón la aceituna, y nos
acomodamos apretados en la parte trasera.
El
vehículo surcó la noche por la carretera de asfalto y en otros lugares con
pavimento de cemento con la luz amarilla de la noche que emanaban de los postes
de iluminación mientras que por el camino muchos árboles dormitando nos
observaban. La aceituna con sus caballos alados surcaba los aíres dejando una
estela de frío y acercándonos a las estrellas para luego dejarlas atrás. El vehículo
y La Aceituna subían la cuesta del camino de una forma paralela: el vehículo
por tierra y la aceituna por los cielos. Ambos transportaban una valiosa carga.
Al pasar por el sitio de la bomba de gasolina de la subida de tazón, en donde
comenzó nuestro viaje “Una pequeña aventura” recordé el juego de las aguas. Las
aguas de los ríos siempre buscan su cause. Tierra y Sueños se confundían en el
regreso a casa.
Eran
casi las doce de la noche de un jueves Santo cuando un abrazo y un beso de mamá
nos recibieron al entrar cada uno a su casa.
Pasados
algunos días, los cinco muchachos se reunieron y después de leer lo escrito;
lanzaron nuevamente la moneda a aíre:
_
Cara el Sur, sello el Norte _ La moneda calló, rodó por el piso y finalmente se
detuvo presentando uno de sus lados.
_
¡Cara! Vamos para El Sur _
FIN
DE UNA PEQUEÑA AVENTURA
Venezuela _ Margarita
Venezuela _ Margarita
27 de diciembre 2014
Elaboró: Freddy Del Carmen Peñalver
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0426 989 52 66
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