domingo, 15 de agosto de 2010

El Samurái de Maturín (El Cumanés)

El Samurái Nro 3
Antonio López Torres
"Niños jugando a las bolas 1946"
El muchachito, tendría como ocho años cuando su madre llegó con él y su hermanito, oriundos de Maturín, ahora, el muchachito tenía a su sobrinito recién nacido en sus brazos. Ambos se veían muy tiernos. La casa donde se encontraban, una especie de pensión, llamada “Monte Sacro” ubicada en El Valle, cerca de la Ceibita de Caracas. Finalizaban los años cincuentas. Era una quinta con habitaciones para alquilar, varios espacios que hacían de cocina colectivas y un gran patio en el centro con matas ornamentales y de jardín. Allí estaban hospedados su hermana y el recién nacido. El padre del recién nacido, llevó a la abuela, al muchachito y a su hermano menor, a una casa, en donde se encontraban sus familiares, ubicada en el cerro de la calle uno, de los Jardines del Valle, allí vivirían un corto tiempo, luego pasarían a vivir, por breve lapso en una habitación de una casa de la misma Ceibita, de allí alquilaron una casa en Bruzual del Valle y finalmente en una casa muy pequeña, más arriba en el mismo barrio.
Ya estaba anocheciendo cuando los niños empezaron a jugar “el escondido”. Era un grupo de niños con su jerga particular y con un promedio de ocho años de edad. Mientras uno de ellos contaba apoyando su cara en una pared, los otros niños se escondían. Por lo regular ya tenían preferencias al esconderse. Uno de ellos siempre buscaba de esconderse en el nivel tres de la casa para encontrarse con la niña Dirgüe en la penumbra de la noche. En ese lugar había jaulas de conejos y excrementos de ellos, pero a los niños no les importaban y tenían dentro del “escondido” su juego particular. El papá de Dirgüe, como de unos cuarentas años, era un oficial militar. Cuando el niño y Dirgüe calculaban que era hora de salir del escondido, ya que escuchaban de la parte de arriba donde estaban _ Un dos tres, fulano y fulano. ¡No vale, faltan los de siempre! _ El niño salía por la parte de atrás y si no era él era Dirgüe quienes cantaban “Canteo, canteo por todos” y nuevamente el niño comenzaba a contar y los otros a esconderse si no se presentaba la algarabía _ ¡De que no vale, yo te vi! _ Y otro niño lo apoyaba o por el contrario _ Sií vale te toca nuevamente contar_.
El muchachito, ahora como de doce años, escuchaba amenamente la conversación del padre, de Dirgüe, a su único hijo varón, en edad cercana de entrar a la escuela militar _ La vida militar es un regar de aguas en un jardín, por ejemplo, si un cadete saca su sable, en la calle, no es para lucirlo sino para usarlo y por lo tanto tiene que mojarlo, untarlo, teñirlo en sangre _ El muchachito, ahora adolecente, compartía mucho con el futuro cadete y cada día crecía su admiración por los uniformados. _ Por cierto _ Continúo el papá _ Era una época de carnaval, cuando mojaron con agua a un cadete de la marina y este sacando su sable hirió a los abusadores, se formó la de “San Quintín” y querían agredir al cadete. Algunos vecinos lo protegieron y hasta llegó la policía y se lo querían llevar preso, más el resistió el arresto, solicitando la policía militar y cuando llegaron los cascos blancos, el cadete se entrego. Fue arrestado y felicitado al mismo tiempo_.
Una vez el niño y Dirgüe se escondieron en la casa donde el niño vivió por primera vez en el barrio, antes de mudarse al poco tiempo, a una casa más arriba de donde vivía Dirgüe. Allí las voces de los niños no llegaba por lo tanto el juego particular de ellos era más pendiente mental de lo que estaba sucediendo en la acera ancha y escalonada perteneciente al frente de la casa de Dirgüe y en donde en las tardes los niños jugaban “¿Pise´?” “El muñeco” la “Semana” y otros. Ese día jugaron al futuro y encontraron escondido al niño Alfonsito, que vivió en la casa amarilla tirando a tráfico, antes de mudarse, a su propia casa en la calle Básalo. Se despidieron de Alfonsito y al llegar a la zona de juego, el mismo, ya había terminado, no sabían por qué razón.
El muchachito ahora adolecente se encontraba siempre en las tardes con sus compañeros de edad similar y jugaban en el espacio ancho y a cielo abierto, el cual era un terreno sin fronteras con una tierra acercándose al color arcilla, pero con el pasar del tiempo el terreno era de tierra floja y polvorosa, que un ligero viento levantaba el polvo y se podía observar remolinos espectaculares y particulares como privados de la zona y que desaparecía tal cual al pasar las fronteras o limites del espacio abierto. El terreno era más o menos del tamaño de una cancha de básquet ligeramente deformada y un poquito más grande y sus linderos era particularmente monte al este y al norte, un caminito al sur y la calle principal al oeste. Allí se encontraba el grupo de niños adolecentes, con su jerga y jugaban a” las metras “, a los “trompos”, a “fusilado”, a volar papagayo, a los vaqueros, a los bandidos buenos y los bandidos malos. La calle subía o bajaba y el caminito llevaba a la casa de un señor que elaboraba tabacos con hojas de la misma planta. El señor que elaboraba los tabacos siempre se le vía sin camisa y su piel era morena, arrugada y quemada por el sol. Muchas veces se veía al muchachito ahora adolecente salir de la casa de los cumaneses.
El niñito contaba del uno al veinte para darle chance a que sus compañeritos se escondieran para él luego irlos a buscar
_Uno, dos_ Contaba ”Mira hermano, hemos nacidos dos clases de hombres, unos han nacido para estudiar y otros no” _Tres cuatro_ ”Yo no sirvo”_ Cinco seis_ ”Para estudiar”_ Siete ocho_ ”Pero tú sí”_ Nueve diez_ ”Nunca te olvides de hacer tus tareas”_ Once doce_ ”Siempre cumple con tus obligaciones”_ Trece catorce_ ”Recuerda también”_ Quince dieciséis_ ”Que este es un país “_ Diecisiete dieciocho_ ”Donde todo se vende. Todo”
Marta Herrero
"Como éramos"
_ Veinte, listo_ Gritó sin apartar su rostro de la pared, como pidiendo permiso para comenzar a buscar a los compañeritos. _Todavía no, cuenta hasta treinta _ Pidió un jugador_ Sí. Sigue contando_ Se escuchó una observadora voz adulta, como espejo de lo que estaba sucediendo.
_ Está bien. Veintiuno veintidós_”Hasta una piedra”_ Veintitrés veinticuatro_”Pintada de verde”_ Veinticinco veintiséis_”Se puede vender”-Veintisiete veintiocho_”En el mercado”_ Veintinueve y treinta, listo_ Nadie respondió, como confirmando que todos ya se habían escondido. Al volver el rostro de la pared. Saltó un niño que estaba agachado, oculto detrás de él, y tocó la pared.
_ Un, dos, tres. ¡Librado!_
Ya estaba anocheciendo cuando la mamá del jovencito (el muchachito ahora adolecente) lo llamaba a viva voz, salió y lo buscó por los sitios, que ella sabía, que frecuentaba. Preguntó a sus vecinos y nadie le supo dar respuesta de él. Habló con los muchachos que lo conocían, hasta que uno de ellos le contestó.
_ Al cumanés lo agarraron preso_ Y calló
_ ¿A quién?, ¿Quién es ese?_ Inquirió la señora
_ El cumanés es su hijo, señora_ Agregó otro muchacho
_ ¿Mi hijo?, Y Por qué, Cuándo fue, Dónde lo tienen_ Los muchachos le informaron lo que sabían y se retiraron de ella. La señora se llevó las manos a la cara y comenzó a llorar y con su cara lagrimosa se retiró a su casa.
_ ¿Lo encontraste?- Le preguntó su vecino, el viejo cumanés.
_ No, pero conseguí, algunos muchachos, me contaron que está preso- Y le contó lo que le habían referido los amigos.
_”Dime con quién andas y te diré quién eres “_ Concluyo el viejo y la señora lo miro con una mirada extrema y se retiró en dirección a su casa.
_ ¡Mira!_ Le decía un preso a otro, a tal volumen de voz, que llamó la atención del resto de los presos.
_ Allá en Colombia, respetan y veneran al Libertador mucho más que aquí en Venezuela, que es su propia patria_ Lo expresó convencido de lo dicho.
_ ¡Bueno!_ Saltó otro preso_ ¿Cómo sabes tú eso?, ¿Acaso eres colombiano?_ Y agregó el primero.
_ Es que lo dice la gente que viene de allá_ Aclaró el preso.
_ Sí, aquí también respetamos nuestros símbolos patrios_ Intervino un preso de edad madura.
_ ¡Explícate eso!_ Pidió otro preso entre páginas.
_ En cualquier situación en que te encuentres_ Asumió la explicación el preso mayor_ Como una huelga, una marcha re indicativa, una protesta y similares, si te cubres con la bandera tricolor, nadie, y mucho menos un soldado, te puede disparar_
_ ¡Explícate eso!_ Volvió a pedir el mismo preso fuera de página._ La bandera como símbolo patrio, y a la cual el soldado a jurado, ante ella, defender la patria aún a costa de su propia vida, le impide disparar a un ser humano cubierto o protegido por la bandera por lo tanto dispararle es hacerlo a su propio hermano, a su propia familia, a su propio pueblo. Y el soldado ha jurado defender la bandera de cualquier agresor extranjero – Culminó el preso mayor.
_ ¡O sea!_ Intervino otro preso que no había hablado._ Si hacemos una huelga de hambre pidiendo un mejor trato humano, y buscamos de surcar la cerca de la prisión, ¿los soldados no pueden dispararnos? _
_ En principio no _ Dijo el preso mayor _ Pero cómo es eso de que haces una huelga pidiendo mejor trato y ¿Te estás fugando?_
_ ¡Bueno!, solo fue una idea- Aclaró sonriendo.
_ Sí se puede hacer eso que dice Calladito_ Dijo un soldado preso sorprendiendo a todos.
_ ¡Aja!_ Poniendo más interés Calladito_ Continúa “plese”.
_ Pero lo que pasa es que si tú te estás escapando envuelto en la bandera tricolor, entonces te colocan el Himno Nacional y tú te tienes que detener por respeto a las notas musicales_ Terminó sonriendo.
_ ¡No jodas tanto, Soldado! _ Nuevamente alzando la voz, dijo el primero.
_ Es más_ Nuevamente intervino el soldado_ Cuando se iza la bandera tricolor con el escudo nacional es porque estamos en guerra_ Finalizó. Y uno que no estaba presente en la charlaría, recién llegado y si apenas había escuchado lo último comentó.
_ Cuando se iza la bandera al revés, es porque se está pidiendo auxilio_
_ ¡Eso es verdad!_ Se escuchó un murmullo y afirmación visual entre los presos.
_ ¡Ey cumanés! ¿Tú qué piensas? _ Todos dirigieron la mirada al rincón. Se levantó y escribió en la pared: “Nuestros dos pueblos hermanos lo que quieren es Paz”.
El hermano del cumanés lo visitaba donde se encontraba preso, en unas de las cárceles de oriente del país. El cumanés se encontraba preso por hurto descubierto pero no sentenciado y conjuntamente con otro preso lo habían ejecutado. El cumanés le decía a su hermano que fuera a casa de un tipo y preguntara por un fulano. Que le pidiera el lompley de Nat King Cole que lo tenía guardado, que se quedara con los otros LP, y que se lo daría a él por instrucciones precisas que él mismo le había dado en relación a la entrega del LP a su hermano de Caracas. “Guárdalo y tan pronto te vayas para Caracas, llévatelo y cuídalo, escúchalo y disfrútalo”. El muchacho adolecente ejecutó a la perfección las indicaciones de su hermano único y cuando recibió el disco LP observó que por todo el borde de la caratula estaba unido con tirro y que solamente por donde entraba el disco estaba normal. Tomó el Lp. Con su carátula reconstruida y lo guardó en la maleta de sus utensilios de viaje.
La mamá del cumanés, había reunido los reales que le había pedido la abogada y en una semana el guardia gritaba llamando
_Cumanés, cumanés_ Era un día lunes, cuando lo llamaba. Se presentó_ Estás libre _ dijo el carcelero. El cumanés mostró grandes gestos de alegría. Unos presos se le acercaron y le pidieron algunos favores_ Por favor, cumanés, llévale esta carta a la vieja_ Él asentaba con la cabeza. Salió de la cárcel ese mismo día. Por la zona en donde vivía lo saludaban con afecto. Estaba muy bien arreglado con ropa limpia y zapatos bien lustrados. Su vestimenta estaba cuidadosamente combinada. Compartió con sus contemporáneos, paseos, brindes, regalos e invitaciones para el fin de semana. El sábado de esa semana en que salió de la cárcel, en la madrugada de su casa, llegó el cómplice que el día anterior lo habían dejado en libertad.
Oscar Dominguez
"Le Revolver"
_ Dime dónde está el plano, ¿Quién lo tiene?_ Le preguntaba el hombre al cumanés mientras lo apuntaba con un revolver M Wilson 45 cañón largo en el cachete de la cara_ ¡Dime!, dónde coño o te disparo. ¡Dime!_ Se presentó un forcejeo y se escuchó el sonido del arma en la madrugada. El hombre, Pedro la Roca, salió corriendo sin mirar atrás, el sol todavía no había aparecido completamente en este continente, era el ocaso en el viejo mundo. La sangre corría a borbotones por los cachetes del cumanés. La bala había cruzado ambos cachetes de la cara. El dolor y la sangre en las cuerdas vocales le dificultaban el poder gritar aún así pedía auxilio en el centro de la calle. Decidió montarse en un carro estacionado, trató de encenderlo y lo logró. Tomó rumbo al hospital. Las calles estaban desoladas. La sangre manchaba el volante y todo lo que estaba cerca. Llegó al hospital, se bajó pero no pudo dar muchos pasos y calló en la entrada de la emergencia. Varias personas lo socorrieron de inmediato. Unos camilleros lo llevaron de emergencia al médico de guardia que al ver la escena pidió llevarlo de inmediato al quirófano. Mientras pedía sangre, transfusión de sangre- Aguanta, aguanta _ Gritaba alguien distante de donde él estaba _ Aguanta, aguanta _ Gritaba otro que estaba en la capital._ ¿Qué tipo de sangre?_ Alguien preguntaba_ Cualquiera, cualquiera_ Decía el médico de guardia a sabiendas de que era su única oportunidad. Nunca llegó la sangre, no pudieron detener la hemorragia y se desangró el cumanés.
“Cachito, cachito, cachito mío
Pedazo de cielo que dios me dio
Te miro y te miro y al fin bendigo
Bendigo la suerte de ser tu amor
Me preguntan que por qué eres mi cachito
Y yo siento muy bonito al responder
Que porque eres de mi vida un pedacito
A quien quiero como a nadie he de querer”
_ Yo tenía ese Lp de Nat King Cole que me regalo mi hermano hace muchos años y lo preste y nunca lo pude recuperar_ Dijo el hermano del cumanés.
FIN
Freddy Peñalver. Margarita _Venezuela 11/08/2010

domingo, 1 de agosto de 2010

Querido Rolando...

A mi amigo Rolando Pacheco
"a quien tanto quería"...
Querido Rolando...

El destino es a veces un viejecillo cansado y envidioso, que nos mira pasar por las calles de la vida y no perdona, por ejemplo, aquella tarde tan lejana, en que besamos -teníamos 11 años- a la niña mas hermosa del barrio.


Le incomoda que el sabor de aquel beso nos ilumine desde entonces y que la luz de aquellos ojos nos aclare las verdades de este mundo, mejor que todos los libros del cielo y de la tierra.

No perdonará jamás que en una época fuimos los mensajeros del futuro, los hermanos de la libertad y los boxeadores invencibles del amor.

No entenderá que tuvimos el sol y la luna sembrados en el pecho, que amamos a todos sin pedir permiso, que vencimos en la guerra de los infortunios, que entramos y salimos de palacios y calabozos como Pedro por su casa, que surcamos la calle mas oscura y el dolor mas grande con una estrella en la frente, ariscos, libertarios, inconformes e impacientes, exigiendo y soñando lo imposible, disparando besos y canciones, dando y recibiendo coñazos sin dejar de ser buen mozos y valientes.

Nunca aceptará que tuvimos un sueño que quería cambiar al mundo, que tuvimos un amor envidiado por los dioses, que entonamos una canción de la cual se enamoraron las estrellas, que vivimos una aventura no apta para necios ni cobardes, que tuvimos amigos para compartir el pan, el peligro, el vino y las canciones y que una vez tuvimos un esplendoroso corazón siempre envuelto en llamas.

No perdonará que un día, supimos el secreto de los para siempre y la infame maldición de los adioses y ante el cuerpo desnudo de la amada, abrimos las puertas del paraíso, nos robamos todas las manzanas para repartirlas en las plazas a los enamorados, dimos y recibimos todos los besos que existían, arrojamos por la ventana a la serpiente y también conocimos lo infinito.

Nunca podrá tolerar que fuimos equilibristas del miedo y de la soledad, que el temor jamás nubló nuestra mirada, que andábamos con todo el amor del mundo metido en un bolsillo del blue jean, que nunca nos dio miedo mentarle la madre a los policías, ni ofrecernos de voluntarios para el viaje al fin del mundo.

Aunque ahora tengamos partido el corazón, aunque ahora tengamos cansada la sonrisa, aunque ahora tengamos lágrimas en las canciones.

Nunca nos perdonará ese viejo necio que defendamos tanto el momento de felicidad y de grandeza que una vez tuvimos en la tierra.

Jamás aceptará que hayamos descubierto que los adioses no existen, que las mentiras no hacen falta, que es inútil tener miedo, que los grandes amores son eternos y que los amigos como tú, nunca mueren.

Alfonso M.
29-03-2005