miércoles, 31 de marzo de 2010

La Cinta.

Ya han pasado varios días del nacimiento de Juventud Naciente, y como en muchas civilizaciones se marcan los comienzos hoy queremos invitar a todos los que tienen un espíritu creador y los que no también a la inauguración de los espacios tropicales, calurosos, lluviosos, amorosos, añoranzas, recuerdos en fin ítems de la vida a que vengan a Juventud Naciente y plasmen sus comentarios personales o escriban su idiosincrasia.

Solo se pide un requisito; EL DE QUERER NACER.
Tú eres el invitado no permitas que entre tu Sombra.
Tú eres el llamado no permitas que entre tu Fantasma.
Tú eres el indicado no permitas que entre El No Deseado.
Tú eres el personaje no permitas que entre tu Usurpador.
Si no naces entonces vendrá tu sombra en forma de fantasma
Y El No deseado usurpará tu amor.
Para ese día
Vendrá la tijera celestial surcando los aires
Y con un clip cortará la cinta.
No te olvides estas invitado
Tan solo pon tu dedo en el teclado
Como Dios en las tablas de la montaña.

Freddy Peñalver.
Venezuela Margarita 31/03/2010

Entra en internet en el portal de Juventud Naciente En donde el tiempo no muere, no pasa, se detiene y el futuro es nuestro presente.

viernes, 26 de marzo de 2010

"De cómo la poesía de Víctor Valera Mora entró en mi vida"



Victor Valera Mora
Foto: Vasco Szinetar
En 1964 yo tenía 10 años, acababa de escuchar por primera vez a Los Beatles y "She loves you", me parecia el mas grande avance de la historia humana, ese año en mi país había lucha armada y llegando el mes de julio se presentó en casa mi primo Fedor, que para entonces tenia 21 años. Venía de las guerrillas.

Estaba un poquito enfermo de los pulmones, me decían los mayores, venía por uno o dos meses a hacerse un tratamiento.


Fedor era fuerte, apuesto, de piel clara, muy alto y nos caímos bien desde el primer día, en el corto tiempo que compartimos hicimos mil cosas, practicábamos boxeo en el patio de las matas, volábamos papagayos, nos hicimos fanáticos de la Pepsicola, a veces nos quedábamos horas y horas en la azotea de la casa simplemente mirando las estrellas y también vimos todas las películas de Tarzan que pasaban por aquella época, pues a los 10 años yo era un admirador número 1 de "El Rey de la selva".

Un buen dia se apareció con unas tablitas y estuvimos toda la tarde construyendo una cajita de esa que usaban los limpiabotas, allí guardamos los cepillos, las laticas de betún y el trapito para pulir los zapatos, nos quedó bellísima. Fue un tiempo feliz.


Un día dijo que se iba, bruscamente, como quien no soporta las despedidas, tomó un maletín y se fue, volvía a las guerrillas.

Quedó el vacío en aquel niño que por un tiempo tuvo a su primo gigante y tan amable para él solo. A los pocos mese nos llegó la noticia de su muerte en combate, allá en las montañas, él fue parte de una generación de jóvenes que libró, equivocados o no, una lucha titánica y noble, contra un poder gigantesco que los sobrepasaba enormemente.

Yo me encerré en mi mismo y en las pocas cosas que dejó Fedor: La cajita de limpiabotas que hicimos juntos, un cuatro viejo que no se de donde lo sacó, un disco del Quinteto Contrapunto y un libro de poemas.


El libro era el primero que publicó Víctor Valera Mora y se llamaba “Canción del soldado justo”. Yo tomaba el libro y examinaba su portada buscando las huellas de mi primo muerto, imaginándome cu
ál de esos poemas era su favorito, cuál le gustaba más, cuando nadie me escuchaba los leía en voz alta recitándolos, leyéndoselos a Fedor, estaba seguro de que él me escuchaba desde el cielo a donde van los guerrilleros buenos. Eso pensaba a los 10 años.

Un día me di cuenta:
Mi primo era el soldado justo de quien hablaba Valera Mora en su libro de poemas.

Desde entonces mi fascinación por la poesía de Valera Mora fue creciendo y madurando, cuando estudiaba en el pedagógico leí en la biblioteca su gran obra “Amanecí de bala”, por esa época no se conseguía nada del Chino en las librerías, era imposible.


Una vez una amiga consiguió ese libro, se lo regaló un profesor de la UCV que lo tenía repetido en su biblioteca, ¡era algo extraordinario! porque por esos años, esa obra era imposible de conseguir.


Ella que sabía la historia de mi primo Fedor, me lo obsequió y así me convertí en uno de los poquisimos jóvenes que tenían un ejemplar del maravilloso “Amanecí De Bala”... todavía lo tengo. Pero “Canción del soldado justo” lo perdí en algún recoveco de la vida.

Por esos tiempos, yo también incurrí en la rebeldía política y me encontré a los veinte y pocos años haciendo vida intensa en los movimientos clandestinos de la época, eran los 70 y los 80.


Fueron tiempos de lucha, a flor de piel, a pecho descubierto, sin miedos, de compromiso extremo con mis ideales y los de Fedor, nunca lo sentí tan cerca de mí, y la poesía de Valera Mora estaba en medio de todo eso, incendiándome el alma, dándole alas a mi corazón y permitiéndome un diálogo eterno con aquel joven de 21 años que una vez llegó a mi casa con una tos seca que no se le quitaba, y que construyo conmigo una cajita de limpiabotas que todavía atesoro.

Yo tambien soy el soldado justo.

Para Nidia con afecto.
Alfonso Mijares.

25-03-2010

Nota: Originalmente este relato fue escrito para la amiga Nidia Hernandez, ahora lo publico "a quien pueda interesar"

viernes, 12 de marzo de 2010

¡ A la hila !

Felipe García
Eran, quizás, como las onces de la mañana de, tal vez, un día sábado, cuando el niño, casi adolescente, y en compañía de otros niños se embarcaron en la tarea de buscar el "papagayo" que se les había ido a la hila. Lo habían volado desde la plaquita que quedaba en el techo de Juana. La bolla de pabilo la habían enrrollado en un palito de colgar ropa. El papagayo se elevó inmediatamente con la briza y como los frenillos estaban ajustados, remontó el espacio cuan hermoso conquistador. Edgar había enrrollado la bolla en el palito. El papagayo prontamente llegó a la cima del cerro, por allí cerca de la "Vuelta del Beso".

_ ¡Échale, échale! _ Gritaba emocionado Edgar De La Cruz.
El papagayo buscaba el cielo marcando una honda de pabilo perfecta y la bolla enrrollada en él, también saltaba de emoción. De vez en cuando mirábamos el pabilo enrrollado pero era interminable y el colorido papagayo pedía y pedía que lo lleváramos más lejos. Esperábamos el freno en la mano, producto del palito tratando de pasar por donde se deslizaba el pabilo cuando el último tracito de pabilo cruzo la hendidura de nuestras manos. No tardamos mucho en gritar ¡ A la hiiiiiiiiiiiiiiiiiiilaaaaaaa ! y un coro de niños cercanos a nosotros compartían el grito, luego fue el mismo cerro que comunicó el final a los otros niños que observaban desde múltiples lugares la onda perfecta y el papagayo magestuoso.Todo el folklor de niños, del cerro, gritaron, a la hiiiiilaaaa.

La sorpresa no había desaparecido totalmente cuando se organizó, una búsqueda del desaparecido. Se calculo aproximadamente por donde habría de haber caído el papagayo. Aún está fresco el último instante en que desapareció, el papagayo.
Eran tres o cuatro niños, el tiempo no me lo permite reconocer, que comenzaron a subir el cerro, llegaron a la Vuelta el Beso y según los planes de búsqueda se dirigieron al barrio El Setenta. Pasaron le escuela Pinto Salina y empezaron a bajar la calle. Algunos niños habían dicho que lo habían visto caer por allí. Al llegar a la parte de abajo cerca de La Gran Cueva Del Indio, se encontraron con otros niños.
No hay explicación, solo un triste recuerdo, los buscadores preguntaron por el papagayo a los nuevos niños del lugar, y uno de esos niños del lugar, tomó un cilindro que formaba parte de una cruceta de transmisión de carro, el cual cabía perfectamente en su manos, casi ya adolecente más que los buscadores, y golpeo a Freddy en su cachete derecho.

Ya de nuevo de regreso en sus casas, los buscadores callados empezaron a hacer la nueva armazón de caña verada y pegar el papel de seda al nuevo papagayo. Edgar tomó la nueva bolla de pabilo.
_ Perdona Freddy, ya aprendí a hacer el nudo de pabilo en el palito_ dijo Edgard.


FREDDY PEÑALVER
MARGARITA 10/03/2010