domingo, 27 de febrero de 2011

Aprendiendo a caminar por segunda vez...

"Un noctámbulo roba la luna"
Graciela Bello
Una vez lo dijiste y nunca lo entendí. Me prometiste decírmelo, y anduvimos muchos caminos. Caminos de lealtad, caminos de solidaridad, sueños por seguir, sueños conquistados. Tiempos compartidos, tiempos permitidos y tiempos terminados para ti. Yo sigo ahora me pregunto nuevamente ¿Cómo sería comenzar a caminar por segunda vez? Una vez me lo dijiste.

_ Saunety. En mi vida tuve que aprender a caminar dos veces_ Fue una confesión entre noches e ideas revolucionarias y quizás, entre esquinas y algunas cervezas.

_ Pero, ¿Cómo es eso de que aprendiste o que tuviste que aprender a caminar dos veces?_ Ya no hay tiempo para saber la respuesta. Me supongo que fue muy dolorosa la experiencia.. Tal vez alguien, que no seas tú, me lo cuente; pero ya no será igual, porque no saldrá de tus labios. Esa boca erguida, prepotente y fuerte. Palabras que salían con claridad, con rectitud y crítica a la situación real de las cosas de la vida, de la cotidianidad.

_ Hay que hilvanar las ideas, para luego expresarse_ Te lo escuchamos una vez decir y prestamos mucha atención.

Quizás naciste alrededor de los años cincuenta. Pero cuando te conocí, ya andabas con bastón; sin él no andabas por la vida. No así tus ideas, pues fueron solidas y contundentes. Razonamientos tuyos claros y concisos; tranquilos como el mar y tempestuosos como el viento. Aun con tu bastón, se te veía fuerte, alto, corpulento y sano. Un ser amado por sus hijas, orgulloso por ser profesionales y por su esposa. Buen padre, buen esposo. Por donde andaba, gritaban tu nombre y tú respondías, con verdades, con picardía, con cariño. Preferiste ser humilde que déspota. Una vez llegaste a mi casa, para conocer el pretendiente de tu hija, que vivía en el mismo sector que yo; no me lo dijiste pero por tus preguntas lo supe. Te interesabas por la felicidad de los tuyos, de tus amigos, del pueblo. Te arrechabas con la injusticia pero tu andar era lento con esa pierna izquierda que apoyabas como hundiendo el concreto y  por milésimas de segundos se quedaba quieta para la siguiente conquista. Nunca supe ¿cuál de las piernas era la enferma? Pero por tu forma de andar deduje que era la derecha. Esa derecha que siempre combatimos. Tal vez tuve miedo de preguntarte ¿cuál era la enferma? Tal vez alguien, ahora, me lo diga.

"Apuntes sobre Chile"
Marco Caamaño
Cuanto valor me diste, cuando construí aquella carretilla de cuatro municioneras y cajón incorporado. Que con banderas enarbolé de colores verde y desde El Valle llegué a la concentración del “Chiripero” en la plaza Caracas del Silencio. Allá, cuando llegué, me rodearon los compañeros y hasta fotos nos lanzaron. Tú muy orgulloso, al día siguiente, me  mostraste en el periódico; no lo sabía hasta que lo vi. Algo como ”La creación del pueblo con Caldera” era el titular de la foto. Cuando terminó la concentración y me preparaba para regresar _ No, dijiste tú, monta la carretilla en el camión de Nelson y vámonos_ Y me ayudaron. Cargaron la carretilla entre varios y nos marchamos. Por el camino de regreso, se calló del camión uno de los compinches del chofer. Lo recogieron y lo llevaron al hospital.

Han pasado muchos años, desde entonces, y en estos días después que Saunety frisó media pared de la pieza de su casita y porque tenía como dos meses sin actividad física de esa índole; el día siguiente, se sintió bien, en la mañana próxima,  sintió un pequeño dolor en la parte superior del fémur, todo el día estuvo andando y caminando despacio con demostraciones de dolor. Transcurrió el día y en la noche al llegar a su casita, empezó a luchar contra el viento frio y la plaga. Colocó un pedazo de zinc en la parte superior de su puerta, para así de esta manera contrarrestar el paso del viento y  zancudos. Anteriormente llegó a la casa del vecino y él observó que andaba con dificultad. Ambos hicieron comentarios de la situación y se despidieron. Terminó de cenar y como a las 10 pm se acostó. Soñó con el hombre, amigo del chofer, que se cayó del camión,  que se había partido el fémur y que también  la cabeza del hueso había sufrido fractura. Era un hombre, de muy bajos recursos económicos y pobre en ambos sentidos, tal vez su humor lo congraciaba con la gente y quizás eso era lo único bueno que tenía en la vida y por lo sucedido, su caída del camión, necesitaba obtener un realero para mejorar su situación crítica. ¿Qué paso con su físico? el sueño no lo rebeló.

Un dolor intenso en la cabecera del fémur, despertó a Saunety. Trató de mover la pierna y no podía, el dolor seguía rumbo a toda la extremidad inferior con una velocidad de un vehículo en la autopista, como este relato. Sentía como si sus músculos estuvieran contraídos. Quería mover la pierna ala derecha o la izquierda y no podía. Trató de levantarla y tampoco. Ella, la pierna, quería responder a las indicaciones de su dueño, mas el invasor se lo impedía. Lo dominaba, lo controlaba, lo esclavizaba... Se acordó del  Cumanés, que con el tiro de revolver en la boca que cruzó por el otro cachete, salió en busca de ayuda con un paño blanco en su cara. No era su casó, pensó Saunety, pero le infundió valor. Tomó aíre y con toda su fuerza logro levantar, un poco, la pierna dolorida. Sintió alivio, pero el dolor no le permitía disfrutar de lo logrado. “Logré moverla, no es parálisis” pensó. El dolor, en toda la pierna, lo volvió a dominar. Buscó la hora y eran las dos de la madrugada. Trató de mover el cuerpo a un lado y no pudo, trató de hacerlo al otro lado y tampoco. Buscó de levantarse en la cama y el dolor lo controló todo. No gritó, ni alzó la voz; nadie lo oiría. Buscó de serenarse y tomó una bocanada grande de aire y poco a poco, pero con consistencia, se fue sentando pero sin mover la pierna dolorida, porque mientras más la movía más le dolía. Al sentarse en la cama con las piernas extendidas en ella, formaba un ángulo de noventa grado. Ahora no se podía extender hacia adelante ni tampoco hacia atrás. Estaba atrapado en una geometría inexistente. Se agotaban sus fuerzas y se volvió lentamente acostar. Reposaba y se volvía a sentar. Ayudándose con las manos se desplazó a la parte de afuera de la cama logrando que las piernas doblaran y se sintiera muy bien sentado en la orilla de la cama. Descansó del dolor pasado y se enfrentó de nuevo. Se acordó de “Kafka y su metamorfosis”. Trató de apoyar la pierna dolorida en el suelo y el dolor gritó. Apoyó la otra pierna y abriendo la dolorida se levantó apoyando su mano izquierda en el madero que sobresalía de la parte opuesta a la cabecera de la cama. El dolor se calentó y recorrió toda la pierna. En la cama pensó, qué tomaría para el dolor y qué se echaba en la zona dolorida. Logró dar unos pasos todos torpes y se sentó en una silla. Se les presentaron ansias de vomitar y mareo como de desmayo, sentía que la tensión se le bajaba. Buscó rápidamente la cama por temor a desmayarse. Entró de frente en la cama y quedó en forma de cuatro patas en la cama con las rodillas dobladas encima  de ella. Después no hallaba la forma de acostarse horizontalmente y boca arriba. El dolor de la pierna lo arrepentía. 

Por fin se fue extendiendo, con dolor y todo, primero hacia adelante y luego hacia atrás quedando horizontal en la cama boca abajo. Descansó, un rato del esfuerzo, para luego,  tomando vigor, con dolor y todo, se volteó  lentamente quedando boca arriba. “Señor ayúdame”, pidió infinidad de veces y hasta gracias le dio al Señor Dios, Rey de reyes, por la situación dolorosa.. Quedó dormido. “Recuerdo que jugaba con unos niños, dos varones y una hembrita; la niña, quizás, el doble de edad de los otros niños. Él sabía que tenía unos cuadros de pintura enmarcados en la iglesia. Él tenía temor de que se lo robaran. Pero olvidándose de eso, jugaba y jugaba. Jugaban neceándose en el columpio, reían y disfrutaban de la noche; la plaza estaba llena de hojarascas y desechos de lápices cortos, partidos, mordidos, de colores amarillos y otros; de marcas reconocidas  y otros no tanto. Grafito. Cómo, no sé por qué, los columpios estaban de frente y  el juego se hacía más divertido. De repente la cadena del columpio donde estaba meseandose Saunety, en la parte superior, donde se sujeta del tubo, se rompió y la punta de la misma rozó la frente de la niña Magoby.

_ ¿Te dolió, te rompió, estas sangrando?_ Fueron preguntas que corrieron como un torbellino de angustias.

_ No _ Contestó ella” Saunety se despertó.

Eran quizás las cuatro de la mañana, ya los gallos cantaban y el dolor parecía que había aumentado, tal vez la pastilla que había tomado “Atamel” le surtió un efecto contrario. “Gracias señor por el descanso”. Comenzó a moverse para levantarse de la cama y siguió el mismo procedimiento anterior. El dolor era dueño y señor de toda la pierna; desde la cabecera del fémur hasta los dedos de los pies. Sentía como si los músculos estuvieran acurrucados. Por fin con dolor y todo se paró de la cama y sintió un frio, como de nuevo la tensión. No se movió de la orilla de la cama, por si se desmayaba buscaría caer sobre ella, si tenía tiempo para pensar. Le llegaron aquellos recuerdos del desmayo, cuando donó sangre para su compañera y sentado en la silla al lado de ella, simplemente se desvaneció. Al despertar, estaba acostado en una camilla, mirando el techo azul claro del Clínico de Caracas, cuando aquella mujer de tez clara, bonita y vestida de blanco asomó su torso en el espectro visual de Saunety.”¿Estoy en el cielo?” y ella sonrió _ Te desmayaste, ¿Quieres algo?_ Y él contestó _ Ir al baño_. Sacudió la cabeza y regresó a su tiempo. Con lentitud se dirigió a la silla y se sentó. Descansó del dolor de la pierna y pensó qué hacer. Buscó hielo en su pequeña nevera vieja ejecutiva y lo arrancó a pedradas del frízer. Lo envolvió en un paño de cocina y poco a poco se lo pasó por donde le permitía el dolor. En todo el centro de la nalga, allí  donde está la cabecera del fémur y por todos los músculos que lo envolvían. Todo lo hacía sentado y aún así no llegaba a la tibia ni al peroné, mucho menos al pié. Se conformó hasta un poco cerca de la rodilla. El paño estaba muy húmedo y ya no lo aguantaba en la mano y lo dejó. Descansó en la silla. Se levantó y buscó algo que frotarse en el dolor y consiguió algo mentolado y un “Cool A _ Ped” ambas cosas se lo frotó hasta donde se lo permitió el dolor cada vez más reinante en su cuerpo. Ya estaba en la oscuridad más oscura del amanecer, buscó La Biblia y al azar la abrió y leyó en Lucas en el capitulo en donde le preguntan a Jesús cuándo serán las señales de los tiempos del fin del mundo. “Que raro” Pensó. “Cuando el gallo cante tres veces, llamaré al vecino”. Se acordó del amigo del bastón y comprendía el aprender a caminar por segunda vez. Cantó un gallo  y buscó el celular para llamar al vecino, al que le habían robado en una madrugada lluviosa del año pasado y que había perdido la confianza en los hombres pero que ya la había recobrado. Nuevamente cantó el gallo y se acordaba de aquellas noches de damnificados de los meses pasados. Cantó el gallo, pero no era el mismo y esperó que cantara el primero; no tardó en cantar y marcó “Send”, el teléfono repicó  varias veces, quizás muchas. Y el vecino contestó

_ Saunety ¿Que te pasa, sucede algo? _

_ Manuel he pasado una noche con mucho dolor..._ Y la llamada se cortó. Trató nuevamente de llamar y la contestadora de la compañía telefónica “Usted no dispone de suficiente saldo para efectuar esta llamada, por favor recargue”. Esperó un tiempo prudencial. Tenía fe de que algo bueno sucedería y que el vecino no se olvidaría de él. Sonó el teléfono con un mensaje recibido: “es depresión o qué Saunety “. No pudo responder. ¡No tenía saldo!. Llegó otro mensaje: “asómate a la ventana”. Hizo esfuerzos rápidos para levantarse de la silla, por eso se había quedado allí y llegó a la ventana; la abrió e hizo señales de dolor intenso a Manuel y él preguntó si quería que lo llevara a alguna parte. Y con señales le dijo “Al hospital”.
_ Ok, carajo, ya voy_ Así era Manuel Goitía, un amigo siempre dispuesto a ayudar. "El hombre del bastón".                                                                                                                                        Fin.

Dedicado a Manuel Goitía: Que un amigo me dijo que estaba muy enfermo y que hace poco falleció.  Perdóname por no haber estado en tus últimos días. Que en paz descanse.

                                                                 Venezuela Margarita 26/02/2011
                                                                  Freddy Peñalver.

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