Ortosoñado I
Llegué al barrio, ya era de noche, tal vez
las nueve. Me encontré con mi novia, cuñada y otros. Éramos muy jóvenes para ese momento. Quizás tendríamos entre 16 y
20 años. Jugábamos muy felices y tranquilos en medio de la calle y alumbrados
con las luces del barrio. Era un juego de familia, quizás las cartas o dómino,
cuando también bajó el hermano pequeño de mi novia y se colocó detrás de la
silla como se coloca el parrillero en una moto. Sus piernitas en mis muslos y
con sus manos se agarraba de mí; era como un monito agarrado de su madre pero
en este caso, en este caso, había una separación por el espaldar de la silla o
respaldar. Pasó un cierto tiempo, como permitiendo que el niño se durmiera con
su corta edad, tal vez cinco años; el verdadero niño se duerme con su corta
edad. Cuando, no sé por qué salió de la parte de abajo por el centro de la
calle una pareja, hombre y mujer, como peleando, parecían tener una relación de
intimidad, cuando en eso aparecieron soldados, con armas de alto grado
destructivo y sin son ni ton comenzaron a disparar en dirección al cerro,
nosotros nos encontrábamos en el lado izquierdo del barrio. Gritamos al suelo,
al suelo y el niño, detrás de mí, calló al pavimento dormido, golpeándose la
cabeza, en la cual tenía una especie de gorra azul y luego la parte superior de
la chaqueta que tenía un cubre cabeza, todo de material plástico. Me
coloqué encima de él para cubrirlo y
darle protección mientras que les indicaba a los demás que subieran a la casa.
Noté algo extraño en el niño y metí mi mano entre las dos capuchas, al recibir
el mensaje me inquieté mucho y quité la parte superior de la chaqueta sintética
; el azul estaba manchado con un circulo de diámetro aproximadamente de tres
centímetros; quité con el cuidado del momento, de las balas y en el suelo, el
gorro y miré una separación del cráneo del niño
desde su sien derecha hasta su región posterior, le coloqué nuevamente el gorro y comencé a gritar
:Niño herido, niño herido; ya habían muchos soldados por todas partes. Los
soldados viéndome con el niño se percataron de la verdad al ver mi mano derecha
ensangrentada y colocada en la cabeza del niño. Me dejaron pasar entre ellos y
un de ellos me dio una palmada en la espalda. No sé en que momento me quitaron
el niño de mis brazos, ahora era yo que estaba en shock y subiendo las
escaleras en dirección a la casa del niño, miraba a al gente lanzarles piedras,
botellas y objetos contundentes a los soldados mientras que se escondían en las
paredes o en cualquier otro lugar que les brindara refugio; escuchaba a
gritos decir: No tengan miedo que eso es
lo que quieren. Logré llegar a la casa, no sé cuando, si fue el mismo día o en
otro tiempo. Lo cierto fue que al llegar, alguien, que se estaba bañando, tal
vez el hermano de mi novia, al saber que era yo; gritó: dí la verdad. La madre
del niño me guió donde estaba y lo encontré dormido. Comenzaba a decir o lo
pensaba, lo del cráneo abierto, cuando lo descubrí del gorro azul y encontré
una cicatriz desde la cien hasta la parte
de atrás y comencé a gritar ¡Milagro Milagro¡. Era el mismo niño pero como de
tres años más.
Venezuela Nueva Esparta Margarita
Freddy Peñalver
3,32,
AM 12/03/2015
¡CON CRISTO ME VOY A LA GUERRA ¡
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